viernes, 10 de octubre de 2008

ESCEPTICISMO

El escepticismo sobre el sistema democrático es una alimaña que, irresponsablemente, se alimenta desde demasiadas fuentes. Que vivimos tiempos de profundos cambios es algo que no se oculta a ningún ser humano que se pare a reflexionar sobre la sociedad que le rodea. La crisis no es sólo económica. El modelo del mundo “contemporáneo” ha muerto, nada de lo establecido en los siglos XIX y XX valdrá en las próximas décadas. Si la caída del muro de Berlín fue el fin del sistema de bloques y los modelos soviéticos, fue también el principio de la locura especulativa que ahora pone en crisis los modelos liberales y capitalistas más “clásicos”. Menos de veinte años han separado un fin de otro. Que vivimos un momento de autentico cambio mundial no es sólo patente en el agotamiento de los modelos económicos que conocemos. Hay que tener en cuenta la revolución tecnológica, la globalización de las comunicaciones, la incorporación plena de las mujeres a la vida y la visibilización de opciones sexuales, vitales, religiosas… que caracterizan nuestro tiempo. Y precisamente en estos momentos es cuando hay que tener los principios muy firmes. Las convicciones claras e inamovibles.

Una de mis principales convicciones es que la democracia es el mejor sistema político posible. Mejorable, por supuesto. Pero, en la larga historia de nuestro mundo, es el mejor de cuantos hemos conocido, el más justo, el que da más oportunidades a más personas. Ese escepticismo tan de moda en algunos medios de comunicación, en el cine, las películas, las series de la tele e, incluso, entre algunos personajes de la clase política, hace un flaco favor a la democracia y abre el camino a nostalgias y experimentos populistas que no pueden traer nada bueno. Nunca lo han traído.

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